El equipo de orientación educativa y psicopedagógica de atención temprana de San Fernando (Coslada, perteneciente a la Comunidad de Madrid) ha realizado este documento que nos ha parecido completo e interesante sobre los momentos difíciles que estamos pasando y cómo pueden afectar a nuestros pequeños y pequeñas y de qué manera con nuestro papel como padres y madres, podemos ayudar a mejorar estas conductas.
Con su permiso, transcribimos.
Con su permiso, transcribimos.
UN APLAUSO PARA NUESTROS PEQUEÑOS HÉROES Y PARA SUS FAMILIAS
Ya
llevamos confinados más de un mes y en estos tiempos de incertidumbre, como adultos,
vamos asimilando que tras el estado de alarma vendrán cambios a nivel global:
crisis económica, transformaciones futuras en la forma de relacionarnos,
incertidumbre a nivel educativo…
Además,
en esferas vitales más cercanas, hemos tenido que aprender a afrontar la nueva
realidad ajustándonos a las particularidades que vivimos individualmente en
nuestra casa, aprendiendo a cuidarnos y a cuidar de otra forma a nuestra
familia, poniendo en práctica nuevas estrategias. Y es que, a pesar del miedo,
la inseguridad y otros pensamientos que nos generan malestar, como adultos
vamos siendo capaces de comprender y poner nombre a sentimientos, relativizar y
ajustar expectativas, validar emociones, autogestionar el acceso a la
información, mejorar la propia actitud sin trivializar ni magnificar el riesgo,
compartir y afrontar ideas intrusivas o desesperanzadoras, #quedarnosencasa,
pedir ayuda…
Un
gran esfuerzo que se une a circunstancias personales que pueden mejorar o
empeorar la situación: familias de personal sanitario o trabajadores esenciales
que salen a diario de casa, familias en duelo, aislamiento o ingreso por la
propia enfermedad; teletrabajo, ERTEs, dificultades económicas, familias
monoparentales, niños y niñas con necesidades educativas especiales, familias
con problemas médicos, embarazos, familias en pisos pequeños y sin balcones…
Al
mismo tiempo, tenemos niños y niñas en etapa infantil. Sentimos que, igual que
ese día que recibimos en casa a nuestros y nuestras peques por primera vez,
ahora y en esta aventura “confinados” nos volvemos a percibir como padres
primerizos, protagonistas de un Gran Hermano donde “las emociones se
amplifican”. Así perdemos seguridad en las recetas que aplicábamos y nos iban
funcionando, ya no estamos tan cómodos con la crianza porque cambian los
requerimientos y necesitamos cambiar los métodos para cuidar de nuestros hijos
e hijas.
Y
es que nuestras pequeñas y pequeños superhéroes también están
cambiando.
Gema Paniagua en “Eduforics” refiere muchas de las conductas que los padres
estamos observando y viviendo con los pequeños de estas edades en este tiempo
de confinamiento:
• Reclamo
de mayor atención, mamitis/papitis, mayor búsqueda de contacto físico, no
querer jugar en soledad…
• Conductas
regresivas y pérdida de autonomía: pide más el chupete, el pecho, la mantita,
los brazos, no quiere comer solo, problemas con el control de esfínteres que ya
había conseguido, aparente pérdida de autonomía en la higiene o el
vestido/desvestido, alteración en los ritmos de sueño, falta/exceso de apetito
…
• Conductas
negativas: rabietas, irascibilidad, berrinches, desgana, caprichos, agresividad
o autolesiones…
• Falta
de atención y poca concentración, activación y nerviosismo, exceso de
movimiento e inquietud, aumento de conductas repetitivas, rumiación, reclamo de
más tiempo de pantallas…
La
información que recibimos de las familias en estos tiempos inciertos y después
de más de un mes de confinamiento nos muestra que nuestros peques manifiestan
muchas de estas conductas y aunque no hay estudios previos, son conductas
similares a las que pueden observarse durante el periodo de acogida a la
Escuela Infantil, o la llegada a casa de un nuevo hermanito, o un duelo en la
familia… o en general en situaciones relevantes y nuevas para nuestros niños y
niñas. Los estudios nos demuestran que en general, los niños y niñas tienen una
muy buena capacidad de adaptación, solo necesitan tiempo para equilibrarse y
asumir los cambios.
Pero,
aunque son un claro ejemplo de resiliencia, para nuestros pequeños/as héroes
también está siendo un periodo difícil y confuso. Ellos y ellas han sentido que
la familia y el hogar se convertían en un escenario nuevo (donde faltan
espacios individuales, la interacción con los otros es constante, las emociones
de los adultos también se contagian…) Han tenido que renunciar a otros espacios
que les daban seguridad: abuelos/as, tíos/as, primos, escuela infantil,
parques… Han ido interiorizando poco a poco nuevas rutinas. Nuestros peques no
saben poner nombre a lo que sienten y expresan lo que necesitan como saben y
como pueden. Debemos ayudarles a comprender y a expresar. Como adultos debemos
dar respuesta a sus necesidades:
1. Atender
a sus necesidades más fisiológicas, más primitivas: hambre, sueño, cansancio,
higiene (evitar desajustes que pueden provocar justamente desajustes
conductuales). No olvidemos que son niños y niñas.
2. Darles
seguridad y afecto. Comprender que, para facilitarles y facilitarnos la vida en
este nuevo escenario, debemos cambiar la perspectiva y verlo como una
oportunidad para mejorar nuestros vínculos afectivos, la comunicación y la
empatía, ponernos en su lugar, buscar soluciones respetuosas.
3. Asumir
que es normal que aparezcan conductas y reacciones desajustadas. Procurar
extinguirlas y reforzar conductas positivas.
4. Debemos
practicar pautas de crianza basadas en el equilibrio personal, en la paciencia.
Mantener la calma es una potente herramienta frente a las conductas desajustadas.
Si empleamos el sentido común y rebajamos las expectativas, podemos ampliar
nuestra flexibilidad mental. Cuanto más pequeño o pequeña, más necesidad tendrá
de nuestro afecto, si puedes cógele en brazos, abrázale, haz juegos de
contacto, permítele algún capricho como dormir la siesta sobre ti en el sofá…
5. Ayudarles
a comprender y a expresar: echarnos al suelo a jugar con ellos, contarles
cuentos que les expliquen la situación, enseñarles formas alternativas para
expresarse como el dibujo, la pintura, la música, el canto, el juego simbólico
(jugar a los médicos permite que desarrollen estrategias para comprender lo que
oyen)
6. Ayudarles
a adaptarse a la novedad gracias a la rutina, contarles lo que vamos a hacer
para que puedan anticipar el día a día, permitirles participar de rutinas
caseras como la cocina, la limpieza, cuidado de la mascota… Mantener aquellas
rutinas que les dan seguridad (horarios, tipos de comidas, hábitos como la
siesta, cuento antes de dormir…) y favorecer otras rutinas nuevas (nuevas
actividades manipulativas, habilitar nuevos espacios para que jueguen, ampliar
los tiempos de baño…)
7. Fomentar
habilidades de afrontamiento y relajación. Favorecer el movimiento (circuitos,
bailes) y la relajación (introducir yoga para niños, actividades de respiración
o espacios de calma.
8. Atender
a las necesidades sociales. Favorecer el contacto con la familia a través de
las nuevas tecnologías, grabar videos para abuelos, primos o para compañeros en
el WhatsApp de la clase, hacer videollamadas…
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